Seguidores de Jesús ¿Estamos lavando pies?

¿Quién no ha leído o escuchado el relato cuando Jesús lava los pies a sus discípulos?

Jesús se encuentra con sus discípulos  en las vísperas de la Pascua, una de las festividades más importantes para los judíos ya que esta conmemora la fidelidad de Dios en el paso por el Mar Rojo. En este evangelio de Juan no se especifica el lugar, pero se entiende que es un lugar privado donde se preparan para cenar. El capítulo comienza explicándonos que Jesús sabía que su fin estaba cerca. 

Un antecedente glorioso

Juan 13 se sitúa después un capitulo altamente controversial y dramático. En el capitulo 12 de Juan nos va preparando el contexto y los argumentos finales que llevarán a  la criminalización y muerte de Jesús.  Jesús viene de realizar el milagro de la resurrección de Lázaro y el resultado se convierte en una respuesta masiva por parte de muchos pobladores de Betania al ministerio y la persona de Jesús. La mensaje se propaga de una forma acelerada por lo que después nos encontramos con la escena de Jesús montado en un burro siendo recibido con palmeras por la gente en Jerusalén al son de Hosanna. A los pocos momentos  el narrador nos presenta el complot organizado por los líderes religiosos quiénes se sienten amenazadas ante esto — los judíos, aunque bajo dominio romano, mantenían la Ley con la intención de vivir casi que en una teocracia—  ya que ellos interpretaban el ministerio de Jesús como blasfemo y provocador.

Ahora en un cambio repentino, para sorpresa de sus discípulos y seguramente para el lector contemporáneo de la época,  Jesús toma una toalla y se la amarra a la cintura preparándose  para lavarle los pies a todos. Pedro se muestra indignado tomando en cuenta que lavar los pies a quien se los ha ensuciado por ir calzado con sandalias sobre caminos polvorientos era una tarea muy humilde, que no se exigía ni siquiera a los esclavos judíos (E. Brown). Esto seguramente causó una gran disonancia cognitiva en sus discípulos, ¡acababan de presenciar a su Maestro realizar milagros inimaginables, entrar con toda la gloria y alabanza  a la ciudad de Jerusalén! Pero Jesús se detiene y explica que más bien no tendrán parte con él si no lo dejan lavar sus pies y además, no sólo eso, tienen que tomar su ejemplo y hacer lo mismo con los demás. No puedo imaginar la cara de confusión de sus discípulos.

Lavar los pies a quien se los ha ensuciado por ir calzado con sandalias sobre caminos polvorientos era una tarea muy humilde, que no se exigía ni siquiera a los esclavos judíos.
— E..Brown

Cuando se academiza el actuar de Jesús

 Y aunque la palabra lavar (νίπτεις/ἔνιψεν); y bañado (λελουμένος) - se puede usar como baño ceremonial y no necesariamente como lo usamos hoy en día y por ende muchos teólogos terminan interpretando este acto como un simbolismo para lo que sería el sacramento del bautismo, la interpretación del relato del lavatorio de los pies tiene que volver a lo simple. 

Primitivamente, este relato recordaba un ejemplo de humildad y de «servicio» al prójimo dado por Cristo a los discípulos. Entonces ¿por qué se academiza tanto? Esto siempre me sorprendió porque analizando el contexto tanto literario como social de este capitulo se podría aseverar que la interpretación más directa y más “sencilla” (la enseñanza de la humildad) puede que sea la que Jesús tenía en mente al momento de realizar esa acción. A Jesús no le importaba su “reputación”; no tenía problema en retar el status quo al punto de realizar una acción “humillante” y “vergonzosa” porque tenía claro, aún en sus últimos momentos, que su misión en la tierra era morir y dejarnos un ejemplo claro de como y para quiénes vivir.  Jesús pudo haber elegido cualquier cosa como última enseñanza ( y no fue nada respecto a “la moralidad sexual”, tema con que los cristianos se obsesionan). El mensaje es fuerte, olviden toda la gloria que ven en el capitulo anterior, olviden el gran milagro de Lázaro, olviden que soy el Mesías y como ustedes interpretan que vengo a restaurar el Reino, olviden todo eso y SIRVAN a los demás.  Dejen de lado todo lo que creen que son y merecen y simplemente sirvan. Y yo solo puedo decir…wow.

Los y las cristianas hemos teorizado tanto las escrituras — puedo decir que soy una de las que lo hacen — que amamos leer de teología, de simbolismos, de doctrina; leemos y hablamos  y queremos corregir y enseñar “ a los incrédulos" y olvidamos lo más importante, eso que Jesús decidió que fuera de sus últimas enseñanzas antes de morir: amarrarnos una toalla a la cintura, agacharnos y limpiar pies sucios.

Olvidamos lo que es ser, y hacer a Cristo. 

Cuando miro en mis redes sociales ya sea Facebook o YouTube y miro los comentarios de los que deberían ser la boca, manos, pies y ojos de Cristo y veo como olvidamos la humildad y amor del Maestro, me duele mucho. Creo que por eso no puedo dejar de responder, me duele tanto como la imagen de Cristo está siendo tan destruida que intento mostrarle a los que lean esos comentarios que Jesús no hablaría de esa forma. Pero después me pongo a pensar, ¿qué tan diferente soy yo? Sí, intento no insultar ni decirle abominación ni recetarle perdición a personas que no piensan como yo, pero ¿qué tanto estoy viviendo YO a Cristo? ¿estoy con quiénes él estaría? ¿hago lo que él haría? Jesús no es gloria, ego y caminar hacia una ciudad siendo recibido con palmeras. Jesús es subirse a un burro y a las pocas horas lavar unos pies. Jesús es humillación y servicio.

Volviendo al ejemplo de Jesús

Hoy en día nos decimos cristianos y cristianos a los que creemos en Jesús como hijo de Dios. Pero los primeros cristianos no eran definidos por sus creencias, estas apenas se estaban formando, ¡ni ellos sabían en lo que creían! Muchas personas que se definen cristianos o cristianas actualmente, no hubieran sido reconocidos como tales en el primer siglo. Jesús está fuera de los templos.

Ser cristiano significaba actuar diferente. Y no, no me refiero a que de repente un grupo de personas dejó de beber, fumar y bailar pegado. Las y los seguidores de Jesús vivían su día a día en favor al rechazado, esos a que nadie quería ver ni tocar. Tenían que hacerse como ellos. Compartían todo, daban todo. Vivían esa enseñanza final de humildad y sacrificio de Jesús aquella tarde-noche de Pascua.