Juan 4: La Samaritana, Jesús y la Inclusión

El domingo pasado tuve la primera reunión de cristianxs LGBTI+ en Nicaragua. En la reunión – que tuvo que ser online gracias al terrorismo de Estado al que estamos siendo sometidxs desde Abril – pude contar mi historia, mi motivación para la convocatoria, pero sobre todo, pude presentar mi proyecto de comunidad inclusiva: Red JotaCuatro. Una red cuyo propósito es unir a cristianxs LGBTI+ que deseen vivir y compartir su fe, segurxs y acuerpadxs por otras personas que poseen experiencias parecidas.

¿Por qué el nombre? Justamente por Juan 4, un capítulo bíblico que grita a grandes voces como Jesús era un salvador compasivo e inclusivo; un total amante de la pluralidad, aún en los escenarios más controversiales. Sí querés saber a lo qué me refiero, y confirmar que no estoy diciendo ninguna herejía, analizá junto a mí el siguiente texto bíblico.

Jesús se enteró de que los fariseos sabían que él estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan 2 (aunque en realidad no era Jesús quien bautizaba, sino sus discípulos). 3 Por eso se fue de Judea y volvió otra vez a Galilea. 4 Como tenía que pasar por Samaria, 5 llegó a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob le había dado a su hijo José. 

Aunque parecería que esta introducción sólo nos está queriendo dar un simple contexto geográfico a una nueva historia de Jesús, no hay nada que difiera más de la realidad. El problema rádica en que estamos tan acostumbrados en leer un pasaje biblico como texto sagrado traducido a un castellano del siglo XVII, que olvidamos que son historias increiblemente humanas en la que se encuentra una gran riqueza de información y experiencias. Al principio de este capitulo, Jesús ya estaba empezando a ser perseguido por las mismas autoridades religiosas que juraban defender las Sagradas Escrituras a capa y espada. Por prudencia decide regresar a Galilea, pero dice el texto que tenía que pasar por Samaria. ¿Por qué esto es información importante? Porque Judíos y Samaritanos eran básicamente enemigos póliticos, y en realidad los judíos siempre evitaban pasar por Samaria, aunque el camino se hacía mucho más largo, rodeaban por Perea.

Todo se remonta a la división del Reino de Israel. Un pequeño resumen para no llenarlos de mucha información: el Reino se dividió en Judá (Reino del Sur) con su capital Jerusalén e Israel (Reino del Norte) con su capital Siquem, luego Samaria. El rechazo de los judíos hacia los samaritanos se origina ya que después del exilio (por la invasión Siria y Babilónica respectivamente), el Reino del Norte regresó “contaminado” de otras culturas e identidades. Ojo acá, para un judío era mil veces peor contaminar su pureza como pueblo por medio de influencias paganas que cualquier pecado de caracter moral. Los judíos dejaron de considerar a las personas pertenecientes al Reino Norte porque eran personas impuras que pervirtieron su fe. Y partir de ahí, empezó una gran disputa política sobre dónde se debería adorar a Dios.

Pero regresando a la historia, Jesús tenía que pasar por ahí.

6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía.[b]7-8 Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.

En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo:

―Dame un poco de agua.

9 Pero, como los judíos no usan nada en común[c] con los samaritanos, la mujer le respondió:

―¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?

10 ―Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.

Era mediodía, los discipulos no están y dejan solo a Jesús mientras van a comprar comida. Y un versículo después hay un gran giro en la historia. Un giro con grandes implicaciones teológicas profundas. Jesús, judío, no sólo había decidido voluntariamente pasar por un territorio odiado por su gente, sino que además, toma la iniciativa de hablarle a una mujer que iba sola a sacar agua del pozo. ¿Por qué esto es importante? Porque el contexto donde se desarrolla esta interacción es en un Oriente Medio altamente patriarcal. Un sistema que indicaba que la mujer era un ciudadano de baja categoría que no poseía derechos, pero sí muchas obligaciones.  El Talmud determina que las mujeres no debían aparecer en público pero en caso de hacerlo, el hombre no debía entablar conversación con ella aun si fuera su esposa.Que Jesús “se rebajara” a hablar con una mujer, para su época (y todavía para muchos judíos ortodoxos) era indignante. Ella se lo hace notar, y además hace particular mención de su realidad política: Jesús es judío y ella Samaritana, ¿qué hace él hablandole?

La respuesta de Jesús es una de las más radicales que vas a encontrar en el Nuevo Testamento. No sólo ignora la preocupación de esta mujer y  sigue conversando con ella aún sabiendo todo lo que esto implica sino que directamente le empieza a hablar de la salvación. Jesús menciona el agua que da vida:

11 ―Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida? 12 ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?

13 ―Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, 14 pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.

15 ―Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla.

Ella no entiende a lo que se refiere, piensa que está hablando del agua del pozo, en realidad no la culpo, creo que cualquiera hubiera quedado completamente confundidx por esa respuesta de Jesús. Ella lo cuestiona, básicamente le dice hereje por decir que es más poderoso que Jacob – hombre después llamado Israel, padre de los después serían los patriarcas de las doce tribus de Israel como pueblo – quien les dejó ese pozo, un lugar santo para los Samaritanos.

Jesús, con paciencia y compasión, le sigue explicando la vida eterna que le podría ofrecer si se la pidiese. Palabras faltas para una comunidad religiosa acostumbrada a seguir leyes y expiar su pecado por medio de sacrificios de animales. Jesús, al ver que sigue sin comprender le cambia la conversación.

16 ―Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le dijo Jesús.

17 ―No tengo esposo —respondió la mujer.

―Bien has dicho que no tienes esposo. 18 Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.

19 ―Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta.

Jesús ahora derriba completamente el muro de esta mujer. Aparentemente de forma “inocente” le pregunta por su esposo , pero en realidad sólo quería que ella le respondiera con la verdad. Ella lo hace, pero Jesús desarrolla aún más la que debió haber sido su respuesta. Ella no solamente no tiene esposo, si no que ya había tenido cinco y además la pareja con la que convivía no la había pedido como esposa, es decir, para la ley vivían en pecado.

Las implicaciones de este capítulo van cada vez más en aumento, ya no es sólo Jesús hablando con alguien de Samaria, sino con una mujer y que además una que está viviendo una vida moralmente baja. En su contexto, el hecho que esa mujer ya hubiera estado casada tantas veces y además viviendo con alguien que no era su marido, bajo la ley, ella lo que merecía era la muerte. Ahora entendemos por qué la mujer se encontraba sola buscando agua a la peor hora, con el más inclemente sol (recordemos que el texto menciona que fue al mediodía): su comunidad la rechazaba, las otras mujeres no querían ser vistas con ella, porque justamente la ley les decía que eso es lo que tenían que hacer.

Pero aquí vemos a Jesús dandole a entender que él ya sabía todo eso de antemano; vemos a un Jesús ignorando todo lo que implicaba que él estuviera hablando con ella,  y simplemente ofreciendole la salvación. Jesús le habla en igualdad. Y ella, sorprendida y en total humildad reconoce que Jesús es mucho más de lo que pensó. Y responde a su invitación.

20 Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén.

21 ―Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. 22 Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos. 23 Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad,[d] porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.

25 ―Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos explicará todas las cosas.

26 ―Ese soy yo, el que habla contigo —le dijo Jesús.

Estos últimos cuatro versículos son la cereza en el postre, estos versículos te muestran el corazón y misión de Jesús de una forma tan clara y poderosa pero también indican lo que tanto se ha perdido en las iglesias. La mujer quiere una conversación con Jesús, quiere aceptar su invitación pero sigue teniendo las dudas que su misma sociedad la han metido en la cabeza. Esta mujer quiere volver a tocar las diferencias políticas, sistémicas y morales que existen entre ellos; quiere volver a hablar del porqué Jesús no debería estar diciendole todo eso. Pero Jesús “la para en seco” y le dice que todos sus dudas ya no importan, porque llegará un momento en que ya no importe dónde adorés, tus leyes o tradición. Porque lo que quiere Dios son personas que adoren en Espíritu y en Verdad. A eso se refería con el agua de vida, es la relación que podría tener con él y que se la está ofreciendo sin pre-requisitos ni condiciones.

Más bien, él la elige como la primera persona a la que le dice Yo soy el Cristo. No tomemos esto a la ligera. Jesús NUNCA antes había admitido esto; mucha gente le decía profeta, o lo seguía por sus milagros, o incluso sospechaban que era mucho más que eso, pero Jesús nunca les había contestado sus interrogantes. Y él le confianza a una mujer, samaritana y “promiscua” (y lo pongo entre comillas porque es una definición muy actual que no se puede comparar al contexto de la época del texto bíblico) su identidad.

Jesús no quiso que dejara su identidad de Samaritana, y tampoco quiso avalar la estructura de poder de la época que a él como hombre lo ponía en ventaja, tampoco juzgó el pasado o presente de la mujer (sospecho que entendía las particularidades de sus circunstancias, que no todo es blanco o negro como nos han hecho creer, y nosotrxs que leemos sólo podemos suponer qué decisiones o no iba a tomar), él sólo le ofreció la salvación. Ella tomó la decisión de aceptarlo y así se convirtió en la primera persona en escuchar de la boca de Jesús: soy yo, el Cristo.

Sí después de leer este capítulo (también te invito a leer el resto de la historia, donde la mujer le cuento al resto del pueblo y todos creen gracias a que ella quiso compartir su experiencia y no tuvo resentimientos por los malos tratos recibidos) todavía no creés que la iglesia tiene que ser misericordiosa, compasiva e inclusiva como lo fue Jesús, tenés que cuestionarte si de verdad estás siguiendo sus pasos. Si ponés condiciones a las personas, si pensás que su única identidad debería de ser la cristiana y creés que Jesús minimiza el resto; si esperás que la gente se conviertan en algo a la fuerza o deje de hacer algo a fuerza y hasta entonces mostrás tu amor, cuestionate si de verdad es lo que Jesús haría.

A vos, si pensás que por tu orientación, identidad o personalidad, no sos lo suficientemente “digno” de tener una espiritualidad y relación fuerte con Jesús, dejame decirte que ese mismo Jesús que estuvo en el pozo buscando entablar una conversación con quién justamente la sociedad le decía que era con la que MENOS debería hablar, ese es el mismo que vive ahora.