A veces pienso que es peligroso que las iglesias evangélicas intenten incidir en la política

Las principales prácticas por parte de las iglesias evangélicas en la política son intentar incidir en políticas públicas que tengan un impacto directo en lo que ellos denominan la protección de la moral. El gran problema de la incidencia de las iglesias evangélicas es que ese deber mesiánico no sale a la luz cuando de trabajar en pro a problemas sociales se trata. Las iglesias no miran como su responsabilidad su participación en espacios que intenten encontrar solución a problemáticas como la pobreza, la violencia o la falta de educación. En esos casos, la oración y no la responsabilidad con tu entorno, es la solución que se receta.

Por lo menos en Nicaragua, a veces siento - mera opinión personal, no tengo un estudio a mano - que las denominaciones más fuertes y las que están ganando más terreno en este país dónde más del 80% de la población vive en extrema pobreza, son literalmente las que menos tienen un genuino interés exegético en las Escrituras; las iglesias que más están ganando terreno, son esas de interpretación literal de las Escrituras y la manipulación de las mismas para promover discursos conservadores y apoyar discursos y por ende partidos políticos que batallan contra las minorías y sus derechos.

Y es por eso que titulé mi post “A veces pienso que es peligroso que las iglesias evangélicas intenten incidir en la política”, porque instituciones que viven de interpretaciones hegemónicas, que no dan paso a un verdadero diálogo, y no celebren la pluralidad ni siquiera dentro de sus propias congregaciones, no sé que tanto aporte positivo hagan a la democracia. El texto de Nicolás Panotto, teólogo y Doctor en Ciencias Sociales, en el cual comenta las más comunes falacias expresadas en el último congreso de la OEA, son un excelente resumen de las prácticas "argumentativas"  tan dañinas que hacen uso los cristianos. Argumentos fácilmente disfrazados de “libertad de expresión” que incluso sugieren una disque discriminación a la inversa: según ellos, los cristianos ahora son los perseguidos por sus creencias, como si ellos no fueran (o por lo menos pretenden) los que regulan la vida de las mayorías.

En mi país, Nicaragua, sucede algo particular. Aún cuando el Gobierno se auto denomina "Cristiano, Socialista y Solidario", las iglesias evangélicas todavía creen que huyen de la política. La verdad, no son la excepción en un país donde la política es vista como un concepto lejano que sólo a muy pocos compete y muy pocas voces son escuchadas. Pero las iglesias evangélicas algo tienen claro, tienen una gran influencia directa (aún sin entender el concepto de "lo político") en las decisiones personales de sus congregaciones, y saben que esto les da un poder que aunque no "público" afecta cada uno de los espacios y demás sectores. Al manipular lo personal, mantienen su poder en lo público. ¿Y para qué quieren ese poder? Ciertamente no para influir en leyes pro a la equidad y justicia social, sino para mantener el control de los cuerpos, vidas e intimidad de las multitudes, profesen estas su misma fe o no.

El ejemplo actual más claro, es el rechazo siquiera a una propuesta de ley que aprueba el matrimonio igualitario y la penalización del aborto terapéutico allá por el año 2007. Y por más que  supuestamente estemos bajo un Estado laico, y acá nunca ha ganado un candidato con un discurso parecido al de Fabricio Alvarado de PRN en Costa Rica; los mismos argumentos que se dan en la Asamblea Nacional para rechazar la inclusión LGBTI+ o los derechos de las mujeres, son argumentos "bíblicos" que justamente intentan "defender a la familia y la sociedad" y como dijo el tío Ben a Peter Parker “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”; y desgraciadamente la iglesia mundial, pero más la evangélica, ha usado su poder de influencia no para el bien común.

Sofia Vargas Sandoval